Pasadas estas fiestas navideñas de la que espero que todos hayamos disfrutado en compañía de nuestra familia y seres queridos, es hora de enfrentarnos al nuevo año con ilusiones renovadas, desde la abstinencia.
Es común cuando recién comenzamos el año el hacer nuevos propósitos con los que intentamos crecer como personas. Muchos de estos propósitos se refieren a mejorar nuestra salud, preocupándonos de hacer ejercicio, comer más sano, dejar de fumar; otros van dirigidos a mejorar el ambiente familiar y social, tales como dedicar más tiempo a nuestros hijos, prestar más atención a la pareja, salir a pasear con la familia, etc.
Así podríamos continuar exponiendo una larga lista de buenos propósitos (colaborar con los más desfavorecidos, aprender cosas nuevas, conducir con más prudencia, dedicar un tiempo diario a llamar a algún familiar o amigo, etc.).
Para nosotros los enfermos alcohólicos todas estas listas de propósitos carecen de valor efectivo si no van acompañada de la abstinencia, puesto que sólo desde el prisma de estar sin beber podemos conseguir aquellas cosas que siendo realizables nos propongamos. Estando consumiendo es totalmente imposible el poder fijarnos una meta ni tan siquiera para el día de mañana, puesto que nuestra única obsesión será el poder consumir. La abstinencia prolongada nos permitirá ver el futuro con la calma y la serenidad necesaria para poder recuperar la ilusión por el mañana, por cambiarnos por alguien más grande con capacidad de amarse y amar a los demás, de cambiar su nula existencia por otra más floreciente. En definitiva por empezar a quererse y ser una mejor persona.
Para todos aquellos a los que el alcohol les dejó huella, mis mejores deseos para alejarse de esa sustancia que nos atrapó y nos arruinó la existencia, puesto que cada día que pasa sin beber nos fortalece más y nos hace crecer más como individuos y personas. También mi ánimo a todos aquellos que se están planteando dejar de beber, pues de verdad que es posible abandonar la bebida y prueba de ello son todos aquellos que un día renunciaron a seguir destrozando su cuerpo y su alma con el alcohol.
Ánimo que se puede.
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