En una terapia que hice varios años en rehabilitación
cardíaca, salió el tema del tabaquismo como factor de riesgo en enfermedades
coronarias. Se nos preguntó cuántos de los que estábamos allí fumábamos y la
respuesta fue unánime, pues ninguno de los allí presentes fumaba, Todos habían
dejado de lado a ese mal compañero de viaje.
Recuerdo esto, pues a pesar de haber dejado de fumar (la
mayoría muy recientemente) como consecuencia de una grave enfermedad cardíaca,
al irnos preguntando el psicólogo sobre nuestra relación en aquel momento con
el tabaco, la inmensa mayoría respondía que eso ya era una relación del pasado,
que no sentían deseos de fumar, que no se acordaban para nada del tabaco y
otras frases similares que indicaban como que los que allí estábamos no hubiéramos fumado en toda la vida.
Digo esto porque a pesar de toda la palabrería que indicaba
que la adicción al tabaco estaba totalmente superada, es bien cierto que la
estadística dice lo contrario y que entre un 60 y un 70 por ciento (creo
recordar) de los que decían que tenían por superada su adicción al tabaco, al
cabo de un año volverían a fumar.
A mí cuando se me preguntó, a pesar de llevar siete años
alejado del tabaco, comenté que no se me había olvidado, que mantenía el
recuerdo de la adicción, justamente para no olvidarme del daño que me había
provocado y aunque ya no lo sentía como una necesidad, recordaba los momentos
en que había estado hospitalizado como consecuencia (si no la única, sí la más
importante junto con el alcohol) de su consumo.
Lo mismo nos debe ocurrir con el alcohol. No es conveniente,
una vez que hemos logrado superar la adicción, olvidarnos que esta enfermedad
está ahí, que la botella está y estará allá donde vallamos y que por ese motivo
debemos recordar lo que somos y el daño que el alcohol ha hecho en nuestras
vidas y en las vidas de nuestras familias y gentes que nos rodea. Es importante
recordar que somos alcohólicos para estar siempre alerta, con la atención
puesta en nuestra abstinencia, pues ella debe ser nuestra prioridad desde el
momento que hemos puesto en marcha nuestro mecanismo de defensa contra el
alcohol.
La mayoría de las recaídas en la adicción alcohólica suele
ser consecuencia de este olvido, una vez superado el miedo, la enfermedad, el
abandono familiar o cualquier otra circunstancia que nos llevó a dejar la
bebida, olvidamos y pensamos que ahora ya podremos volver a tomar alguna copa,
pero con cuidado, sólo tomando una o dos (y ahí es cuando el alcohol no agarra
otra vez, pues como he repetido en numerosas ocasiones los bebedores
alcohólicos no somos capaces de controlar el alcohol y rápidamente pasamos de
tomar una o dos a repetir los mismos patrones de consumo).
Resumiendo. Seamos conscientes de que somos enfermos
alcohólicos y que por lo tanto hemos perdido la capacidad de control que los
bebedores sociales sí son capaces de ejercer. No olvidemos que a nosotros,
bebedores alcohólicos nos hace daño la primera copa, pues es la puerta de
entrada para las grandes ingestas debido a esa falta de control.
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