TESTIMONIO
DE UNA MUJER ALCOHÓLICA
- INTRODUCCIÓN.
Soy
alcohólica, mujer y madre alcohólica, no borracha. Esto lo he dicho muchas
veces, en cientos de terapias.
En
primer lugar, el mensaje que pretendo transmitir es de esperanza, de futuro, de
liberación para todos los que hemos padecido la enfermedad del alcoholismo.
Porque si yo he conseguido salir del pozo a manotazos, tú también puedes: BASTA
CON QUERER.
Afortunadamente
me rescataron de ese infierno, ingresé en una clínica durante un tiempo para
desintoxicarme, ahora sigo mi recuperación día a día, esto es una carrera de
fondo, no de velocidad, y aunque sé que soy enferma alcohólica, he vuelto a
tener unas enormes ganas de vivir. Con una lucha diaria por mantener la abstinencia,
que ya no es tensa y agotadora como al principio, sino adaptada a la realidad
que ahora vivo como alcohólica rehabilitada.
Sólo
tengo que mirar atrás y ver el calvario en el que se convirtió mi vida, una
tortura que parecía una macabra broma
del destino.
Si
no fuera por el grupo de AVAR, por los médicos y terapeutas del CAD de CRUZ
ROJA de Moratalaz, por mi familia, todavía
estaría sufriendo amargura, soledad y desesperanza. Yo sufrí e hice sufrir a
otras personas.
Hoy
por hoy, mi disciplina diaria es vivir sin el alcohol, porque el alcoholismo se
puede tratar, pero NO se puede curar, el equilibrio entre cuerpo y alma se logra aprendiendo a
vivir sin él. La abstinencia del alcohol constituye la base del tratamiento.
Hace
tres años y pocos meses que me separé del alcohol, mi compañero de risas
eufóricas, llantos incontrolables, fatigas, episodios patéticos y viajes al
borde del precipicio, pero aun así yo lo amaba, me daba todo lo que le pedía,
me ayudaba a galopar desbocada huyendo del conocimiento de mis debilidades, sin
preguntas, sin reproches, e invitándome una y otra vez a fundirnos en un solo
ser y a beber los licores del infierno.
Él
y yo solos, porque como casi todas las mujeres alcohólicas, yo consumía en
soledad, no era una bebedora social.
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