- MI
IDENTIFICACIÓN COMO ALCOHÓLICA.
¿Cuáles
son los síntomas que se comenzaron a manifestar en mí, como mujer alcohólica?.
En
ocasiones de lucidez mental era consciente
del peligro que me acechaba, de determinados indicios de adicción al
alcohol: lo que comenzó como una válvula de escape a la tristeza, se convirtió
en una tortura y una dependencia absoluta hasta el punto de que abandonarme
inconscientemente en unas rutinas que avanzaban como una apisonadora.
A) Comenzaba
a beber por la mañana, antes de comenzar la jornada laboral, convencida de que
algo, poco, de alcohol, contrarrestaba los efectos de algún exceso del día
anterior, y me ayudaría a sobrellevar la carga de otro día más de aburrida y
anodina existencia.
B) Bebía
a solas en la clandestinidad, de manera compulsiva y/o incontrolada (aunque
esta falta de control sea sólo en diversas ocasiones) y siempre en soledad. La
verdad es que muchas mujeres recurren al alcohol para olvidar sus problemas,
para tratar de sentirse mejor, para olvidar la soledad física y emocional que
viven. Algunas beben solas, casi como prisioneras en su propia casa; otras
beben en grupos con hombres como una forma de rebelarse ante la imagen
tradicional de las mujeres. Pero llega un momento en que el alcohol, lejos de
ser su remedio se convierte en su veneno y su condena.
Y
bebía inicialmente, por lo menos una copa diaria. La frecuencia de consumo
diaria se aproximaba cada vez más y difícilmente lograba discernir en qué
momento no había consumido alcohol. No soportaba más de una hora sin entregarme
a la sedación del alma. En la última y más terrible fase de la enfermedad, cada
trago de ginebra rasgaba mi garganta, me ardía el esófago, ya no era consciente
de que no me gustaba el sabor de la ginebra, sino que tan solo buscaba sus
efectos.
Inicialmente,
controlaba las dosis y las pautas de consumo (esporádicamente y consumiendo
cerveza o vino en un vaso, alcohol de baja graduación), era consciente de que
bebía alcohol para conseguir ese “punto” en el que encuentras consuelo,
suficiente para no olvidar que tenía un hijo pequeño que requería de mi
atención.
Llegaba
del trabajo, tras hacer la compra (un trago), me ocupaba de mi hijo (otro
trago), siempre había que realizar tareas domésticas (otro trago más), cuando
no me llevaba trabajo a casa (otro más): el alcohol me ayudaba a desinhibirme.
Pero
cuanto mayor y más profunda se convertía mi soledad, las pautas de consumo
comenzaron a adquirir niveles más elevados, y ya no era consciente ni de la
cantidad, ni del peligro, ni de las consecuencias. Obtener el placer de la
relajación cada vez era más inaccesible, necesitaba más cantidad para que mi
cuerpo y alma se sintieran satisfechos.
El
único testigo silencioso era mi hijo, entre los 10-11 años hasta su
adolescencia, se encerraba en su cuarto para estudiar y en silencio observaba
cómo su madre se convertía en un despojo. Nunca le abandoné, jamás desatendí mi
compromiso como madre, le bañaba, le daba la cena, le acunaba, le arropaba,
rezábamos nuestras oraciones juntos, pero para entonces, al anochecer, yo me
encontraba altamente intoxicada y sólo con el deseo de acostarme y dejarme abrazar
por el sueño de Morfeo. DORMIR SE ACABÓ
CONVIRTIENDO EN UNA PESADILLA, EN UNA OBSESIÓN, CON LOS OJOS CERRADOS, HUNDIDA
EN EL ABISMO, NADA EXISTÍA: NI SOLEDAD, NI PROBLEMAS, NI JEFE QUE TE
PRESIONARA.
PARA
ÉL, MAMÁ ESTABA MALITA, NO ENTENDÍA QUÉ ME OCURRÍA, ESTABA “RARA”. JAMÁS ME
PERDONARÉ HABERME PERDIDO SU CONEXIÓN DURANTE ESA ETAPA DE MI ALCOHOLISMO. NO
LA PUEDO RECUPERAR.
AHORA
DISFRUTO DE SU CONVIVENCIA EN LA ETAPA DE LA ADOLESCENCIA, COMPARTIENDO OTRAS
CIRCUNSTANCIAS Y SITUACIONES.
En
algún momento que no recuerdo, en un punto de inflexión, ya no resistía tanto
como antes, los efectos de la bebida.
Ya
no se trataba de la dependencia psicológica, sino de la tan temida y
devastadora dependencia física: la absoluta necesidad de beber, porque si no lo
hacía mis manos se convertían en un manojo de nervios.
Me encanta tu blog y me siento totalmente identificada. Gracias y ánimo
ResponderEliminarMuchas gracias a tí. y Ahí seguimos disfrutando de la abstinencia que es algo que nos devolvió la vida y nos permite seguir disfrutando de libertad, con mayúsculas.
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