- TRATAMIENTO
DE LOS ALCOHÓLICOS - CÓMO ABANDONÉ EL CONSUMO DE ALCOHOL.
A) El
primer paso, antes incluso de reconocer la adicción, fue cómo repentinamente mi
mundo de farsa se desmoronó: la situación dentro de mi matrimonio me hizo
acudir a un CAF municipal, en el que tras unas terapias acudiendo sin mi
pareja, el psicólogo me conminó a que las terapias fueran conjuntas.
Fue
entonces cuando entre el psicólogo y mi marido me encontré acorralada,
desvalida: “tienes problemas con el alcohol”. Pero tener problemas con el
alcohol es la antesala del alcoholismo en su estado puro.
Comencé
a vislumbrar que era el precipicio el que se aproximaba a mí y no yo al
precipicio.
Ni
el silencio de mi hijo, ni su mirada, lograban rescatarme de la complicidad
entre el alcohol y yo.
En
mi trabajo, me observaban de cerca el deterioro, el comportamiento, las frases
inconexas, estaba bajo sospecha, obligándome a
acudir al especialista (no sabían cuál) que me aconsejara la baja
médica, como finalmente ocurrió. Una baja médica que duró 8 meses, hasta mi
total recuperación y abstinencia.
Hasta
que mis padres, de los que yo ignoraba su sufrimiento, me agarraron de las
muñecas y pusieron ante mí el espejo en el que descubrí una figura patética,
demacrada y extremadamente delgada. Jamás fui consciente del sufrimiento de mis
padres, testigos sin invitación del hundimiento de su única hija.
Y el dique se desmoronó, se hizo pedazos, descubrí
que quienes me rodeaban eran sabedores de mis pérdidas de control, de mis
frases inconexas, de mis risotadas patéticas.
A
partir de esa especie de tsunami, de explosión incontrolada de todas las
mentiras, engaños y ocultismo, fui espectador de excepción de cómo toda mi vida
se desplomaba como una montaña de naipes.
Para
entonces, ya me había convertido en
paranoica.
B) RECONOCER
LA ADICCIÓN ALCOHÓLICA.
Mi
mayor problema fue reconocer la adicción, NO SE TRATA DE ACEPTAR QUE SE “TIENEN
PROBLEMAS CON EL ALCOHOL”.
Parece
mentira que una cosa aparentemente tan obvia pueda constituir un problema
importante pero así es frente al tratamiento del alcoholismo, yo no tenía
capacidad para reconocer que era alcohólica. Como todos los enfermos, empleaba
mecanismos disuasorios, de autoengaño y de negación: “Es verdad que bebo pero
tampoco es para tanto…. Suelo beber lo mismo que los demás…. Bueno, es verdad
pero yo dejo de beber cuando quiero, etc.”.
En
una sociedad donde se venden dosis mortales de alcohol en los supermercados y
donde el alcohol constituye un elemento omnipresente en muchísimos eventos
sociales y de la vida cotidiana como en una simple reunión en un bar cualquiera
a la hora del aperitivo, resulta muy difícil que una persona mida el alcance de
su problema real y se ponga en tratamiento.
Como he manifestado antes,
una psicóloga y un médico del CAD de Cruz Roja de Moratalaz, me forzaron y me
presionaron hasta que bramé que era alcohólica y precisaba ayuda urgente e ingresé
en el psiquiátrico del hospital Dr. R. Lafora.
A partir del alta médica hospitalaria, comenzó la reconstrucción
pisológica, un proceso más complejo y a largo plazo: sigo en tratamiento
psicológico y psiquiátrico, aún con medicación, eso sí, ínfima comparada con
las 18 pastillas (LACASITOS, que llamábamos en el psiquiátrico) en el desayuno.