jueves, 16 de febrero de 2012

La Familia: La Esposa.

     Suele suceder que en la mayoría de los casos es la mujer del enfermo alcohólico la que acompaña a su marido al tratamiento, e incluso lo que es más frecuente es que sea ella misma la que fuerce la situación para que el paciente acceda a iniciar un proceso terapéutico, lo que no suele ser igual a que haya una correcta comprensión del problema.

     Es necesario saber que el alcoholismo es una enfermedad, así reconocida por los organismos nacionales e internacionales, que además tiene un carácter crónico y que por lo tanto puede ser recidivante, es decir se pueden presentar recaídas y que no por ello hay que entender que está todo perdido o que estemos equivocados en los planteamientos tomados para el tratamiento.

     En primer lugar cabe pensar que una esposa o madre que tenga un marido o hijo alcohólico, tendrá necesidad de contar su problema, de desahogarse. Para ello está bien que acuda a su médico de cabecera, o a algún especialista, pero no hay que olvidar que en España se ha desarrollado toda una red de Asociaciones de Alcohólicos Rehabilitados que cuentan ya no sólo con su útil experiencia y la de sus familiares, sino además con profesionales expertos en el tema que podrán escuchar y atender el problema, e incluso le ofrecerán una orientación adecuada para iniciar la solución al mismo.
   
     Es verdad que en muchas ocasiones, la familia se pregunta: -Pero, ¿cómo actuamos?

     Realmente no es que existan normas fijas para todos los casos, pero si unas reglas mínimas en común que se pueden seguir.

     En principio, nunca será bueno ocultar el problema, como tampoco airearlo, pero no intentar hacer ver como si no pasara nada. Hay que hacerle frente.

     En segundo lugar, es necesario buscar ayuda, es muy difícil dejar de beber solo, sin un correcto tratamiento. Cuantas veces nos han dicho: ´"no beberé más", "mañana lo dejo" y lo ha vuelto a hacer.

     En tercer lugar, no hay que cansarse si no conseguimos nada tras unos primeros intentos, buscaremos la orientación más adecuada, pues cerca de nosotros tendremos un lugar donde dirigirnos para encontrar ayuda.

     Y por último deberíamos tener en cuenta que la familia debe actuar como una piña, todos a una, para que el paciente logre ponerse en tratamiento y consiga dejar de beber, si se puede con cariño y comprensión, aunque resulte difícil en algún momento. Hemos de recordar que estamos hablando de tratar a un enfermo.

     Y para esto en ocasiones hay que contener la rabia, el enfado, que aunque justificados no nos servirán de nada si los demostramos ante un estado de embriaguez evidente. Por lo tanto un consejo a seguir siempre: No hay que gritar, discutir, enfadarse ni siquiera intentar dialogar cuando el o la paciente ha llegado tarde o en "mal estado". Vale más que se acueste, que repose, que se le pase la "borrachera" y al día siguiente será el momento de hacerle ver las consecuencias de su mala actuación, tanto para con él como para con su familia, en este momento no estará de más si a través del diálogo llega a sentirse culpable de su conducta, será el momento de exigirle una solución.

     Aunque bien entendido, la solución debe ser para toda la familia, no sólo para el alcohólico, y especialmente para la esposa de éste, que en cierta forma se ha "acostumbrado" a su alcoholismo. Ha aprendido a "convivir con el alcoholismo", lo que llamamos codependencia, y es que en cierta forma el sufrimiento está tan compartido que no sabemos bien quien lo pasa peor.

     En casa se cambian los papeles y la madre tiene que hacer también de padre, llevar las riendas del hogar y controlar la economía (dentro de lo posible). Deduciríamos que al iniciar el tratamiento del paciente, esto debería relajarse, pues en muchas ocasiones sucede todo lo contrario ya que la mujer se encuentra muy cansada, como un corredor de fondo, que llega a una meta que nunca parecía poder alcanzar, y cuando al fin lo consigue, no puede más.

     Aparecen entonces depresión, miedos, inseguridad, es decir todos los síntomas del padecimiento acumulado, que deberían ser también tratados y así la familia poder seguir adelante.

     Por lo tanto la esposa en ese momento pasa a tener un doble papel, uno como paciente (codependiente) y otro como un buen elemento par la ayuda en el tratamiento de su marido.

     Para que se observen buenos resultados en ambos aspectos se han demostrado muy efectivas las psicoterapias de grupo para familiares de alcohólicos, donde aprenden a comprender el problema, donde pueden desahogarse y al mismo tiempo pueden ir generando nuevos hábitos y actitudes par un nuevo futuro sin alcohol en el hogar.


     Si es posible, depediendo de los recursos al alcance, un correcto apoyo psicológico o médico adecuado puede reorientar muchas situaciones anómalas que se generaron durante el alcoholismo del marido. Y aunque es obvio decirlo, lo mismo ocurriría en el caso de un hijo alcohólico y su madre como ayuda terapéutica.

     Debemos destacar por su importancia en el proceso de rehabilitación del enfermo y su familia, los grupos de autoayuda, pilar esencial, de encuentro, reflexión y ayuda mutua para todas las personas que han pasado por una circunstancia similar y han optado por integrarse en las Asociaciones de Alcohólicos Rehabilitados, dotando a las madres y esposas de confianza y a sus hijos y/o maridos más capacidad para mantener la abstinencia.

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