martes, 26 de febrero de 2013

Tiempo De Esperanza.

     A pesar que la enfermedad del alcoholismo es crónica y progresiva, que afecta tanto al enfermo como a la familia (que también enferma), hemos de reconocer que con un cambio de actitud es posible la recuperación que nos permita el disfrutar plenamente de la vida, con sus dificultades y sus buenos momentos.

     Nunca es tarde para abandonar la adicción, aunque es obvio que cuanto más tiempo trascurra, tanto más ardua nos resultará la tarea, pero siempre habrá una pequeña rendija por la que podremos encontrar un pequeño rayo de luz que se nos abra, pero que deberemos querer buscarla para hallarla y después aferrarnos a ella más que otra cosa en este mundo.

     Y es que cuando decimos que la abstinencia es lo que debe tener la máxima prioridad en nuestras vidas, lo hacemos sabiendo que una vez la hemos perdido, perdemos todo lo demás (dignidad, respeto, familia, salud, trabajo...). Por lo tanto desde aquí he de animar a todos/as los que sufrimos de esta terrible enfermedad, diciendo que de las adicciones se sale y se puede vivir una vida plena, que junto a vosotros cada día pasa al lado alguien que ha sabido superar su adicción, que cambió una pesadilla por una realidad (mejor o peor, pero en definitiva una realidad) en la que somos nosotros quienes tomamos las riendas y gobernamos nuestra vida.

     Encontremos ese haz de luz que se nos muestra y pidamos ayuda, porque ahí es donde podremos encontrar la libertad de decidir, la misma libertad de la que carecemos cuando estamos consumiendo.




     Ánimo, soliciten ayuda y aférrense a la vida.



.

jueves, 14 de febrero de 2013

Testimonio de una mujer alcohólica. Y VIII

Una vida sin adicciones es posible.

  1. UNA VIDA SIN ALCOHOL. 
Ya llevo más de 3 años viviendo una vida sana, agradable y equilibrada sin tener que soportar el yugo del alcohol. Sobre todo supone una liberación  gratificante.

Mi trabajo diario lo abordo desde un punto de vista integral,  tomando cada realidad de la enfermedad, con esperanza, con visión de futuro, con la total reinserción en la vida y mi mundo. Tres años de abstinencia total, acudiendo a las terapias de AVAR, participando en ellas activamente.

Son muy pocas, poquísimas las personas que sospecharon o se dieron cuenta que yo tenía problemas con el alcohol porque mi obsesión por cuidar mi imagen y por brillar en mi trabajo fueron mayores a mi obsesión por beber, asunto que contribuyó a que me costara muchísimo trabajo descubrir y aceptar que era alcohólica puesto que yo sentía y transmitía que tenía mi vida bajo perfecto control.

Al cabo de los años, me convencí de que, por lo menos en mi caso, mi problema de alcoholismo surgió por mi errada actitud ante la vida pero, en la medida en que he ido entendiendo y controlando mis defectos de carácter, he logrado una existencia más armónica conmigo misma y con mi entorno, de tal manera que cada vez me resulta más fácil vivir tranquila y sin pensar en el alcohol. Viéndome cómo soy en realidad.

Parece ser que a los alcohólicos nunca se nos quitan las ganas de beber porque la enfermedad es un monstruo que siempre estará al acecho y poniéndonos trampas para seducirnos en cualquier momento de debilidad: “Creer que por dejar el trago no volverás a tener problemas es igual a creer que por ser vegetariana puedes pasearte frente a una vaca recién parida pensando que no te va a atacar”.

Por eso es que la asistencia a los grupos con AVAR es tan importante puesto que el grupo no solo nos ayuda a entender y manejar nuestra condición sino que también nos enseña a descubrir y a defendernos de las trampas que perennemente nos pone y nos pondrá la enfermedad (como por ejemplo, cómo afrontar las celebraciones navideñas o un acontecimiento social, o abordar las vacaciones estivales, que constituyen un riesgo para el alcohólico).

No puedo sino dar gracias a  AVAR, porque hoy en día viva en un paraíso porque lo cierto es que la vida es bella pero también es dura y el no beber no lo exime a uno de los problemas típicos de la existencia pero si le ayuda a encararlos desde una perspectiva más asertiva y obviamente la abstención lo libra a uno de agravar cualquier mala situación. PERO RECUPERAR LA DIGNIDAD ES UN EJE TRONCAL FUNDAMENTAL, Y DE NOSOTROS DEPENDE NUESTRA CORAZA Y FORTALEZA PARA PROTEGERNOS DEL ACOSO DEL ALCOHOL.

De todo corazón espero que mis palabras le sirvan a alguien y le agradezco a todo aquel que se haya tomado el trabajo de escucharme.
Sin adicciones + salud + vida



Por último, a todos y a todas los que me han ayudado por regalarme el pasaje para mi último tren, porque acepté el regalo, y tomé la decisión, mi gran decisión. Me subí al tren, arrancó rápidamente y cobró velocidad, y su retumbo me recuerda cada día que no puedo olvidar lo que soy. Es un tren de largo recorrido, con infinitas estaciones. Es el tren de mi vida, con lo bueno y con lo malo, es el tren de la libertad, pero también del miedo y de las dudas, pero es mi tren, el cual estoy empezando a conducir, y en este largo viaje, hoy por hoy y mañana por pasado y pasado por el otro…,  de este tren ya no me bajo. Porque hoy por hoy, he conseguido aprender a vivir sin el alcohol.




Magdalena M. R.
Socia de AVAR

domingo, 3 de febrero de 2013

Testimonio de una mujer alcohólica. VII


  C)    Una de las claves para el éxito de un tratamiento para superar la adicción al alcohol es la motivación personal, SÍ QUIERO. Esto se potencia “si la persona posee una familia firme y tiene claro lo que pierde o perdería si no deja de tomar. En este caso, hay mayores posibilidades de salir”.

  D)     Aprendí a identificar qué me ocurría. Tapé la botella. Comencé el aprendizaje de una vida sin el alcohol, ALGO QUE APRENDÍ EN AVAR.

  E)     Me informé de lo que era el Alcoholismo: asistir a las reuniones de AVAR me han enseñado  tácticas, fórmulas y vías de escape para vivir sin el alcohol.

  F)    Otra evidencia de identificación del alcoholismo que propició mi abandono de la adicción fue el autoconocimiento: Trabajé en todas las áreas de mi vida.

Este es un momento muy crítico e importante para un alcohólico en su proceso de recuperación, pues entra a revisar y tratar de definir su autoestima o autocrítica, se puede decir que la esencia de la autoestima no nos llega cuando nos perfeccionamos o nos completamos, sino cuando reconocemos que somos incompletos y que necesitamos de otra persona para lograrlo. Así pues, necesitamos de los otros para ayudarnos y para poder ayudarlos. El encuentro con la autoestima y la dignidad como ser humano es crucial para un alcohólico en su proceso de recuperación, pues este paso, tiene como finalidad principal restablecer sus relaciones con los otros.

La Terapia Cognitivo-conductual considera que las personas nacemos con una herencia y un determinado temperamento, con los cuales comienza a interactuar con su entorno, aprendiendo pautas de comportamiento, tanto beneficiosas como perjudiciales para sí mismo y/ o para los demás. El término conducta se entiende en un sentido amplio, abarcando conductas visibles, así como pensamientos, sentimientos y emociones.

El enfoque cognitivo-conductual investiga cómo aprendemos, es decir los principios que explican el aprendizaje, tanto de comportamientos deseables como perjudiciales. El qué aprendemos, es algo que depende de la constitución genética y, fundamentalmente, de las experiencias de vida particulares e intransferibles de cada persona.




            G)     Cambié el enfoque emocional: Dejé de flagelarme por ser Alcohólica.



Testimonio de una mujer alcohólica. VI



  1. TRATAMIENTO DE LOS ALCOHÓLICOS - CÓMO ABANDONÉ EL CONSUMO DE ALCOHOL.
A)    El primer paso, antes incluso de reconocer la adicción, fue cómo repentinamente mi mundo de farsa se desmoronó: la situación dentro de mi matrimonio me hizo acudir a un CAF municipal, en el que tras unas terapias acudiendo sin mi pareja, el psicólogo me conminó a que las terapias fueran conjuntas.

Fue entonces cuando entre el psicólogo y mi marido me encontré acorralada, desvalida: “tienes problemas con el alcohol”. Pero tener problemas con el alcohol es la antesala del alcoholismo en su estado puro.

Comencé a vislumbrar que era el precipicio el que se aproximaba a mí y no yo al precipicio.
Ni el silencio de mi hijo, ni su mirada, lograban rescatarme de la complicidad entre el alcohol y yo.

En mi trabajo, me observaban de cerca el deterioro, el comportamiento, las frases inconexas, estaba bajo sospecha, obligándome a  acudir al especialista (no sabían cuál) que me aconsejara la baja médica, como finalmente ocurrió. Una baja médica que duró 8 meses, hasta mi total recuperación y abstinencia.

Hasta que mis padres, de los que yo ignoraba su sufrimiento, me agarraron de las muñecas y pusieron ante mí el espejo en el que descubrí una figura patética, demacrada y extremadamente delgada. Jamás fui consciente del sufrimiento de mis padres, testigos sin invitación del hundimiento de su única hija.

                Y el dique se desmoronó, se hizo pedazos, descubrí que quienes me rodeaban eran sabedores de mis pérdidas de control, de mis frases inconexas, de mis risotadas patéticas.

A partir de esa especie de tsunami, de explosión incontrolada de todas las mentiras, engaños y ocultismo, fui espectador de excepción de cómo toda mi vida se desplomaba como una montaña de naipes.

Para entonces,  ya me había convertido en paranoica.


B)     RECONOCER LA ADICCIÓN ALCOHÓLICA.
Mi mayor problema fue reconocer la adicción, NO SE TRATA DE ACEPTAR QUE SE “TIENEN PROBLEMAS CON EL ALCOHOL”.

Parece mentira que una cosa aparentemente tan obvia pueda constituir un problema importante pero así es frente al tratamiento del alcoholismo, yo no tenía capacidad para reconocer que era alcohólica. Como todos los enfermos, empleaba mecanismos disuasorios, de autoengaño y de negación: “Es verdad que bebo pero tampoco es para tanto…. Suelo beber lo mismo que los demás…. Bueno, es verdad pero yo dejo de beber cuando quiero, etc.”.

En una sociedad donde se venden dosis mortales de alcohol en los supermercados y donde el alcohol constituye un elemento omnipresente en muchísimos eventos sociales y de la vida cotidiana como en una simple reunión en un bar cualquiera a la hora del aperitivo, resulta muy difícil que una persona mida el alcance de su problema real y se ponga en tratamiento.

Como he manifestado antes, una psicóloga y un médico del CAD de Cruz Roja de Moratalaz, me forzaron y me presionaron hasta que bramé que era alcohólica y precisaba ayuda urgente e ingresé en el psiquiátrico del hospital Dr. R. Lafora.

             A partir del alta médica hospitalaria, comenzó la reconstrucción pisológica, un proceso más complejo y a largo plazo: sigo en tratamiento psicológico y psiquiátrico, aún con medicación, eso sí, ínfima comparada con las 18 pastillas (LACASITOS, que llamábamos en el psiquiátrico) en el desayuno.