Alguna veces hemos puesto como ejemplo como nos encontramos cuando estamos bebiendo e inmediatamente después de haberlo dejado, haciendo referencia a un terreno seco y baldío, desolado y como abandonado de la mano de Dios. Así es la vida a la que nos ha conducido nuestra enfermedad y eso es lo que nos encontramos inmediatamente después de dejar de consumir. Pero ¿Y qué hacemos, cómo afrontamos ese panorama desolador?, desde luego nosotros solos no somos capaces de hacer frente a algo que parece una tarea imposible, necesitamos de alguien que haya recorrido ese mismo camino antes que nosotros y que nos vaya indicando los pasos que deberemos ir dando.
Habrá que iniciar el proceso por unas tareas básicas, como es arar el terrero, sanearlo, abonarlo, plantar las semillas, regarlo... Es el mismo proceso que debemos seguir con nuestra abstinencia, en principio acudir a consulta médica puesto que nuestro cuerpo necesita reponerse y abonarse, pues es un cuerpo carente de cuidados y con carencias multivitamínicas, acto seguido debemos limpiar de nuestro entorno todo aquello que sea perjudicial para nuestro mejor desarrollo, como si de quitar las malas hierbas se tratase, alejándonos de aquellas amistades y lugares con quien y en donde solíamos consumir, pues se trata de un peligro cierto de recaída (deberemos estar alerta a todo lo que pueda malograr nuestra abstinencia, prevención), las semillas que plantamos las elegimos cada uno (familia, hijos, trabajo, dignidad, salud, amigos... y la más importante la de nosotros mismos), el abonado lo estamos haciendo con cada sesión de terapia y el riego es la compañía de nuestras familias, compañeros y amigos que nos acompañan y ayudan.
De esta manera la tierra, nuestra tierra, nosotros, se va recuperando, nos vamos recuperando y solo es cuestión de tiempo que esa tierra infértil, comience de nuevo a dar sus frutos. Iremos recuperando la salud, la familia, el trabajo, la dignidad, etc.
Y no hay que olvidar que para que esa tierra siga dando sus frutos se ha de cuidar y trabajar día tras día, como cuidamos y mimamos la abstinencia, porque gracias a ella recuperamos todo lo recuperable, mucho más de lo que en un principio pudiera parecer
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