domingo, 27 de enero de 2013

Testimonio de una mujer alcohólica. V



C)     Me sentía muy deprimida, segura de que nadie me comprendía ni me quería, que nadie me agradecía y reconocía todo lo que yo estaba dando en la vida. Sentía un enorme y devastador vacío interior.

D)    Me molestaba y crispaba con exceso cuando alguien me hacía notar que estaba bebiendo demasiado y negaba lo que me bebía.

E)     Lloraba y me desesperaba al percatarme de esta situación.
Fui descendiendo los peldaños del infierno, engalanada con mis mejores joyas, siempre    perfecta.

F)     Se manifestaban signos externos de abstinencia al parar de beber (síndrome de abstinencia): temblores, alucinaciones, malestar general, incluso convulsiones, calambres musculares.

G)    Comenzaron a producirse los primeros daños físicos: en el hígado, cerebro, palmas de las manos enrojecidas, etc. En un momento álgido de mi enfermedad, el nivel de mis transaminasas oscilaban entre 800 y 1000. Mi hígado estaba dañado (esteatosis hepática) y este daño indoloro y oculto, silencioso, fue el que más me aterró, porque me quedé en la antesala de un trasplante hepático. SOLO ENTONCES FUI CONSCIENTE DE LA POSIBILIDAD DE CIRROSIS, LA MUERTE, cuando leí el informe médico sentí como una descarga eléctrica.

Físicamente me encontraba bien. Pero el deterioro físico y analítico suele darse en estadios avanzados del alcoholismo. Su traducción en cifras anómalas de transaminasas (enzimas hepáticas) ocurre cuando existe verdadero sufrimiento hepático. En muchas ocasiones el cuerpo sigue respondiendo de manera más o menos regular pero ello no significa que la adicción a nivel psicológico haya avanzado de manera importante.

El terror a perder mi salud irreversiblemente fue lo que me mantuvo alejada de la bebida durante algunos meses pero la ansiedad, la obsesión, el mal humor y toda esa desesperación que produce la abstención me estaban enloqueciendo…

Pero durante una sesión de terapia con una psicóloga y un médico del CAD de Cruz Roja de Moratalaz, me forzaron y me presionaron hasta que bramé que era alcohólica y precisaba ayuda urgente. Admití la posibilidad una vida sin beber alcohol y una semana después ingresé en el psiquiátrico del hospital Dr. R. Lafora, un centro pionero en el tratamiento hospitalario de trastornos adictivos relacionados con el alcohol y otras sustancias de abuso adictivo.

Durante quince días estuve ingresada en el hospital, con una amargura atroz al separarme de mi hijo y no poder tener comunicación alguna ni con él ni con mi familia y amigos. ES LO MÁS PARECIDO A ALCATRAZ.

Ante todo, fue una experiencia inolvidable y que recuerdo como positiva y constructiva: quince días de aislamiento absoluto hasta la completa desintoxicación física.

La reconstrucción pisológica es un proceso más complejo y a largo plazo: sigo en tratamiento psicológico y psiquiátrico, aún con medicación, eso sí, ínfima comparada con las 18 pastillas (LACASITOS, que llamábamos en el psiquiátrico) en el desayuno.

H)    Comportamiento violento y antisocial: disputas familiares, en el trabajo. Fundamentalmente en casa, con violencia verbal. Y en el trabajo, con constantes enfrentamientos con mis superiores y sensación de acoso laboral. Pero es que en ocasiones, me quedaba literalmente adormecida ante la pantalla del ordenador.

I)       Comencé a tener dificultades en mantener relaciones de pareja y familiares o en permanecer estable en mi trabajo. Cuando me encontraba bajo estados de ansiedad o con problemas, ante situaciones de decisiones importantes, escapaba de la realidad. No toleraba la frustración y me abandonaba a mi compañera la botella.
Tendía a culpar a los demás de sus propios fallos, a mis superiores en el trabajo y especialmente a mi propia pareja.

No aceptaba mis propias responsabilidades que me provocaban una dolorosa frustración.
J)      Acumulaba bebidas alcohólicas en casa y, a veces, ocultarlas de la vista de los demás, mi casa llegó a convertirse en un verdadero arsenal de alcohol.
Las botellas de ginebra las escondía en los lugares más insospechados, como dentro de una guitarra; distribuía la ginebra en botellas de plástico con apariencia externa e inofensiva de agua; incluso en el cuarto trastero, confiada de que nadie jamás las encontraría. Pero mi marido las encontraba una y otra vez y entonces yo negaba y huía, como siempre que me sentía desnuda ante la realidad, me acostaba y me hundía a llorar contra la almohada.

K)    Padecía alteraciones de la memoria. No rendía lo suficientemente con mis obligaciones laborales, tenía dificultades para concentrarme. Mis superiores se percataron de ello, de los errores al elaborar circulares, de mi comportamiento a la hora de intervenir en reuniones, arrastrando las palabras y con ellas, mi sufrimiento.

Ya no sabía desempeñarme en mi quehacer diario sin unos niveles de alcohol en sangre.

L)     Convivían episodios de depresión y existencia de problemas familiares (sobre todo de pareja) evidenciando la interrelación con el alcoholismo.

La fase más aguda, de mayor dependencia y descontrol sobre el consumo, coincidió con una intervención quirúrgica ginecológica (histeroscopia) que provocó en menos de un mes el inicio de una menopausia precoz, yo tenía 47 años. Y se abrió un mundo repentinamente para el cual yo no estaba preparada, por mucho que me hubiera informado al respecto.

Y  también en el breve periodo de un mes (abril de 2009) en relación con lo que anteriormente comentaba del daño y deterioro físico que genera el abuso del alcohol, comenzaron a manifestarse en mi piel unas placas pequeñas, irritantes, con picor y escozor que a los dos meses de su aparición, era insoportable y más cuando supuraban.
Y comencé el peregrinaje de alergólogos a dermatólogos, con una desazón desesperante que me impedía dormir por las noches. Tras un par de meses de pruebas médicas, no supieron diagnosticar mi mal dérmico, simplemente me dieron como solución anti-istamínicos , pomadas para calmar el picor y escozor con un elevado contenido de cortisona y evitar rascarme o rozarme las llagas. Al inicio del verano de 2009, me había convertido en un monstruo, hinchado y marcada de cicatrices.

Y con más motivo, mi viaje a través del alcohol se me antojaba más necesario, mi único consuelo. Las llagas y la hinchazón en todo el cuerpo, especialmente en las extremidades inferiores, me llevaron hasta en tres ocasiones al hospital. La última vez, incluso estando bajo los efectos del alcohol, fue cuando se inició el calvario de un seguimiento médico cada tres meses, hasta que después de un año, estando ya en abstinencia, la enfermedad comenzó a remitir, hasta su total desaparición: el servicio dermatológico del hospital Gregorio Marañón, colaboró en las pruebas y medicación con el servicio de aparato digestivo donde me dieron el ultimátum con el hígado. En el informe médico se hacían constar una serie de términos incomprensibles para mí, pero el fallo fue: cirrosis hepática.

Testimonio de una mujer alcohólica. IV



  1. MI IDENTIFICACIÓN COMO ALCOHÓLICA.
¿Cuáles son los síntomas que se comenzaron a manifestar en mí, como mujer alcohólica?.

En ocasiones de lucidez mental era consciente  del peligro que me acechaba, de determinados indicios de adicción al alcohol: lo que comenzó como una válvula de escape a la tristeza, se convirtió en una tortura y una dependencia absoluta hasta el punto de que abandonarme inconscientemente en unas rutinas que avanzaban como una apisonadora.

A)    Comenzaba a beber por la mañana, antes de comenzar la jornada laboral, convencida de que algo, poco, de alcohol, contrarrestaba los efectos de algún exceso del día anterior, y me ayudaría a sobrellevar la carga de otro día más de aburrida y anodina existencia.

B)     Bebía a solas en la clandestinidad, de manera compulsiva y/o incontrolada (aunque esta falta de control sea sólo en diversas ocasiones) y siempre en soledad. La verdad es que muchas mujeres recurren al alcohol para olvidar sus problemas, para tratar de sentirse mejor, para olvidar la soledad física y emocional que viven. Algunas beben solas, casi como prisioneras en su propia casa; otras beben en grupos con hombres como una forma de rebelarse ante la imagen tradicional de las mujeres. Pero llega un momento en que el alcohol, lejos de ser su remedio se convierte en su veneno y su condena.

Y bebía inicialmente, por lo menos una copa diaria. La frecuencia de consumo diaria se aproximaba cada vez más y difícilmente lograba discernir en qué momento no había consumido alcohol. No soportaba más de una hora sin entregarme a la sedación del alma. En la última y más terrible fase de la enfermedad, cada trago de ginebra rasgaba mi garganta, me ardía el esófago, ya no era consciente de que no me gustaba el sabor de la ginebra, sino que tan solo buscaba sus efectos.

Inicialmente, controlaba las dosis y las pautas de consumo (esporádicamente y consumiendo cerveza o vino en un vaso, alcohol de baja graduación), era consciente de que bebía alcohol para conseguir ese “punto” en el que encuentras consuelo, suficiente para no olvidar que tenía un hijo pequeño que requería de mi atención.

Llegaba del trabajo, tras hacer la compra (un trago), me ocupaba de mi hijo (otro trago), siempre había que realizar tareas domésticas (otro trago más), cuando no me llevaba trabajo a casa (otro más): el alcohol me ayudaba a desinhibirme.

Pero cuanto mayor y más profunda se convertía mi soledad, las pautas de consumo comenzaron a adquirir niveles más elevados, y ya no era consciente ni de la cantidad, ni del peligro, ni de las consecuencias. Obtener el placer de la relajación cada vez era más inaccesible, necesitaba más cantidad para que mi cuerpo y alma se sintieran satisfechos.


El alcohol me ayudaba a galopar desbocada huyendo del conocimiento de mis debilidades, sin preguntas, sin reproches, e invitándome una y otra vez a fundirnos en un solo ser y a beber los licores del infierno, ocultando así mis propias emociones, cegando mi espíritu y dejándome llevar por la galerna del mal entendido placer, creyendo así desahogar el ahogo de ahogarme en ese maléfico néctar con el fin de olvidar. Pero con el tiempo, mi amante me exigía cada vez más tolerancia y me traicionó.

El único testigo silencioso era mi hijo, entre los 10-11 años hasta su adolescencia, se encerraba en su cuarto para estudiar y en silencio observaba cómo su madre se convertía en un despojo. Nunca le abandoné, jamás desatendí mi compromiso como madre, le bañaba, le daba la cena, le acunaba, le arropaba, rezábamos nuestras oraciones juntos, pero para entonces, al anochecer, yo me encontraba altamente intoxicada y sólo con el deseo de acostarme y dejarme abrazar por el sueño de Morfeo. DORMIR  SE ACABÓ CONVIRTIENDO EN UNA PESADILLA, EN UNA OBSESIÓN, CON LOS OJOS CERRADOS, HUNDIDA EN EL ABISMO, NADA EXISTÍA: NI SOLEDAD, NI PROBLEMAS, NI JEFE QUE TE PRESIONARA.

PARA ÉL, MAMÁ ESTABA MALITA, NO ENTENDÍA QUÉ ME OCURRÍA, ESTABA “RARA”. JAMÁS ME PERDONARÉ HABERME PERDIDO SU CONEXIÓN DURANTE ESA ETAPA DE MI ALCOHOLISMO. NO LA PUEDO RECUPERAR.

AHORA DISFRUTO DE SU CONVIVENCIA EN LA ETAPA DE LA ADOLESCENCIA, COMPARTIENDO OTRAS CIRCUNSTANCIAS Y SITUACIONES. 

En algún momento que no recuerdo, en un punto de inflexión, ya no resistía tanto como antes, los efectos de la bebida.

Ya no se trataba de la dependencia psicológica, sino de la tan temida y devastadora dependencia física: la absoluta necesidad de beber, porque si no lo hacía mis manos se convertían en un manojo de nervios.


Testimonio de una mujer alcohólica III


  1. ALCOHOLISMO FEMENINO. SOY MUJER ALCOHÓLICA.

   

El alcoholismo en las mujeres parte de unos cánones diferentes al alcoholismo en los varones, desde el punto de vista fisiológico (como patología adictiva) y social (cómo encaja la mujer alcohólica en la sociedad, para quien la sociedad es mucho menos permisiva que en el caso de los hombres).






A)    La mujer es mucho más sensible a la intoxicación alcohólica, por los factores hormonales y de tolerancia, con menores dosis de alcohol y tiempos de intoxicación más cortos presentará las mismas complicaciones de salud física y mental que los hombres.

Tradicionalmente el hombre ha consumido alcohol en más cantidad y de mayor graduación que la mujer, motivado en parte por la función maternal que esta tiene y por un código de moral más rígido que ha logrado reducir el consumo en el sexo femenino, al menos hasta hace relativamente pocos años, pues el alcoholismo femenino ha ido en aumento, como lo ha hecho el consumo, motivado principalmente por la liberación de los tabúes y frenos sociales, por la mayor libertad individual de la mujer y su incorporación a la vida laboral y profesional, lo que les proporciona una mayor independencia.

B)     La edad de comienzo del consumo abusivo del alcohol en la mujer está entre los 30-40 años y a diferencia con los varones, desarrolla la enfermedad después de contraer matrimonio o de una unión sentimental.

                En el comienzo más tardío en la mujer alcohólica, interviene el aprendizaje como método de cambiar su mundo íntimo (baja autoestima, preocupación excesiva por no estar a la altura de asumir un papel en la sociedad, el nivel de responsabilidad y autoexigencia en el mundo profesional, como esposa y como madre,....) por lo que su forma de beber la canaliza desde el secretismo y la clandestinidad. La mujer alcohólica comienza a utilizar el alcohol para hacer frente a los sentimientos de depresión, acelerando su ingestión de forma progresiva.

Aunque mujeres y hombres alcohólicos tienen obviamente muchas cosas en común, se han descubierto ciertas diferencias de género. Las mujeres empiezan a beber y tienen su primer episodio de intoxicación más tarde que los hombres. Además, es más probable que la mujer alcohólica beba en casa y sola, mientras que los varones alcohólicos suelen hacerlo en ambientes sociales.

C)     La mujer tolera peor que el hombre el alcohol, lo que por un lado le puede reportar un beneficio protector contra el consumo abusivo. Y que lo tolere peor se debe principalmente a una peor metabolización que en el  hombre y a la mayor presencia de tejido graso en su organismo que provoca un mayor efecto del alcohol, llegando a paralizar el correcto funcionamiento del hígado, excesivamente graso y ya disfuncional.

D)    Otra de las características habituales del alcoholismo femenino es su ocultismo, fruto en muchas ocasiones de un gran sentimiento de culpa. Yo bebía en soledad, cuando nadie me vigilaba, cuando los problemas me cubrían como un fantasma: mi nivel de perfeccionismo y de autoexigencia como mujer trabajadora, como madre, fundamentalmente, tenía un nivel de corte exageradamente elevado para lo que realmente podía asumir, me desbordaba y comencé a sentirme seducida por la alternativa del alcohol. Lograba desinhibirme.

                En definitiva, la situación de las mujeres alcohólicas es diferente a la de los hombres, porque que un hombre sea un “borracho” es criticable, pero cuando una mujer admite que es alcohólica, la gente la condena de entrada quedando estigmatizada. No se la mide con la misma vara que al hombre. Para un hombre, beber es “macho”. Para una mujer, beber la convierte en una “mujer desnaturalizada”. 

Testimonio de una mujer alcohólica. II


  1. QUE ES EL ALCOHOL
El alcohol es una sustancia a la que nuestro organismo es especialmente vulnerable y sensible. Se absorbe muy rápido en cuento llega al estómago y en pocos segundos llega al cerebro donde “depolariza” las neuronas, es decir, desencadena una sensación de sedación y desinhibición además de euforia.

  1. ¿QUIÉN ES ALCOHÓLICO?
Sabemos que, como enfermos alcohólicos  no podemos beber con moderación. Nuestro patrón de bebida es incontrolado y, normalmente, compulsivo, yo consumía compulsivamente. En alguna ocasión sí podemos beber sólo una copa, pero no podemos predecir lo que tras esa copa se puede desencadenar. Las consecuencias negativas no frenarán nuestra necesidad de tomar otra copa, porque desarrollamos una dependencia física: yo ya no bebía por placer, sino por necesidad.

Hay que entender que el alcohol es moderadamente adictivo para la persona media pero fuertemente adictiva para el alcohólico. Tan sólo un trago de alcohol hace que el alcohólico recaiga y vuelva al patrón de bebida. Hay adicciones claramente autodestructivas como el alcoholismo o la drogadicción con una serie de secuelas asociadas que terminan por afectar la vida personal y social del individuo.

  1. ¿POR QUÉ YO? ¿POR QUÉ ALGUNAS PERSONAS SE VUELVEN ALCOHÓLICAS?.
Es la sempiterna pregunta que nos formulamos todos los alcohólicos a lo largo de nuestra existencia, ¿por qué yo soy alcohólico?.

La pregunta nos la formulamos de manera especialmente insistente cuando  la enfermedad se encuentra en una fase muy avanzada y no encontrar respuesta nos devora.

Ciertamente existe un componente genético, es decir que los hijos o nietos de personas que han abusado del alcohol padecen mayor probabilidad de padecer ellos también tal adicción. Pero nadie de mi familia ha sido o es alcohólico y sin embargo yo lo soy.

Por supuesto que los seres humanos no somos tan solo “genética” ya que los factores ambientales (marginación social, familias desestructuradas,...) y educativos también nos condicionarán desde pequeños, si desde la infancia hemos convivido con el alcohol en la mesa aunque fuera a la hora de la comida: está socialmente aceptado.

También existe un componente altamente de predisposición psicológica (baja autoestima, pesimismo, gran sentido de la responsabilidad, …): el alcoholismo va siempre de la mano de una profunda depresión. Por eso el tratamiento de recuperación también se aborda desde la salud mental.

Testimonio de una mujer alcohólica. I



TESTIMONIO DE UNA MUJER ALCOHÓLICA

  1. INTRODUCCIÓN.
Soy alcohólica, mujer y madre alcohólica, no borracha. Esto lo he dicho muchas veces, en cientos de terapias.

En primer lugar, el mensaje que pretendo transmitir es de esperanza, de futuro, de liberación para todos los que hemos padecido la enfermedad del alcoholismo. Porque si yo he conseguido salir del pozo a manotazos, tú también puedes: BASTA CON QUERER.

Afortunadamente me rescataron de ese infierno, ingresé en una clínica durante un tiempo para desintoxicarme, ahora sigo mi recuperación día a día, esto es una carrera de fondo, no de velocidad, y aunque sé que soy enferma alcohólica, he vuelto a tener unas enormes ganas de vivir. Con una lucha diaria por mantener la abstinencia, que ya no es tensa y agotadora como al principio, sino adaptada a la realidad que ahora vivo como alcohólica rehabilitada.

Sólo tengo que mirar atrás y ver el calvario en el que se convirtió mi vida, una tortura  que parecía una macabra broma del destino.

Si no fuera por el grupo de AVAR, por los médicos y terapeutas del CAD de CRUZ ROJA  de Moratalaz, por mi familia, todavía estaría sufriendo amargura, soledad y desesperanza. Yo sufrí e hice sufrir a otras personas.

Hoy por hoy, mi disciplina diaria es vivir sin el alcohol, porque el alcoholismo se puede tratar, pero NO se puede curar, el equilibrio  entre cuerpo y alma se logra aprendiendo a vivir sin él. La abstinencia del alcohol constituye la base del tratamiento.

Hace tres años y pocos meses que me separé del alcohol, mi compañero de risas eufóricas, llantos incontrolables, fatigas, episodios patéticos y viajes al borde del precipicio, pero aun así yo lo amaba, me daba todo lo que le pedía, me ayudaba a galopar desbocada huyendo del conocimiento de mis debilidades, sin preguntas, sin reproches, e invitándome una y otra vez a fundirnos en un solo ser y a beber los licores del infierno.

Él y yo solos, porque como casi todas las mujeres alcohólicas, yo consumía en soledad, no era una bebedora social.

Ponencia.


     Como todos los años, este también, desarrollamos dentro de nuestra Asociación unas jornadas informativas en la que intentamos llegar a más gente de forma directa, repartiendo publicidad, visitando colegios y asociaciones, dándonos a conocer dentro de nuestra zona de influencia. Entre las actividades que desarrollamos, una de ellas es la ponencia de un enfermo o familiar de enfermo alcohólico en donde el ponente detalla su testimonio en relación con el alcohol y expresa, lo mejor que puede, cual ha sido el daño que a él o ella le ha producido en todos los niveles (afectivo, familiar, social, laboral, salud, etc.).


     Este año la encargada a sido una compañera que no se rindió y traspasó la barrera que separa al alcohólico del alcohólico abstemio, siendo hoy en día una persona felizmente rehabilitada, dando ejemplo que de esta adicción se puede salir, que no es fácil pero que merece la pena.

     Yo, desde esta página agradezco y felicito a Magda por dar ejemplo de superación y coraje, por no haberse rendido a pesar de los momentos difíciles por los que hay que pasar para logar la abstinencia. También le doy las gracias por su ayuda con enfermos y enfermas que llegaron después de ella y a los que ayudó y ayuda y el apoyo que les brinda (sobre todo a las enfermas, que se ven muy reflejadas en ella).

domingo, 13 de enero de 2013

Dependencias: La importancia de no olvidar.

 


     En una terapia que hice varios años en rehabilitación cardíaca, salió el tema del tabaquismo como factor de riesgo en enfermedades coronarias. Se nos preguntó cuántos de los que estábamos allí fumábamos y la respuesta fue unánime, pues ninguno de los allí presentes fumaba, Todos habían dejado de lado a ese mal compañero de viaje.

     Recuerdo esto, pues a pesar de haber dejado de fumar (la mayoría muy recientemente) como consecuencia de una grave enfermedad cardíaca, al irnos preguntando el psicólogo sobre nuestra relación en aquel momento con el tabaco, la inmensa mayoría respondía que eso ya era una relación del pasado, que no sentían deseos de fumar, que no se acordaban para nada del tabaco y otras frases similares que indicaban como que los que allí estábamos  no hubiéramos fumado en toda la vida.


     Digo esto porque a pesar de toda la palabrería que indicaba que la adicción al tabaco estaba totalmente superada, es bien cierto que la estadística dice lo contrario y que entre un 60 y un 70 por ciento (creo recordar) de los que decían que tenían por superada su adicción al tabaco, al cabo de un año volverían a fumar.

     A mí cuando se me preguntó, a pesar de llevar siete años alejado del tabaco, comenté que no se me había olvidado, que mantenía el recuerdo de la adicción, justamente para no olvidarme del daño que me había provocado y aunque ya no lo sentía como una necesidad, recordaba los momentos en que había estado hospitalizado como consecuencia (si no la única, sí la más importante junto con el alcohol) de su consumo.

     Lo mismo nos debe ocurrir con el alcohol. No es conveniente, una vez que hemos logrado superar la adicción, olvidarnos que esta enfermedad está ahí, que la botella está y estará allá donde vallamos y que por ese motivo debemos recordar lo que somos y el daño que el alcohol ha hecho en nuestras vidas y en las vidas de nuestras familias y gentes que nos rodea. Es importante recordar que somos alcohólicos para estar siempre alerta, con la atención puesta en nuestra abstinencia, pues ella debe ser nuestra prioridad desde el momento que hemos puesto en marcha nuestro mecanismo de defensa contra el alcohol.

     La mayoría de las recaídas en la adicción alcohólica suele ser consecuencia de este olvido, una vez superado el miedo, la enfermedad, el abandono familiar o cualquier otra circunstancia que nos llevó a dejar la bebida, olvidamos y pensamos que ahora ya podremos volver a tomar alguna copa, pero con cuidado, sólo tomando una o dos (y ahí es cuando el alcohol no agarra otra vez, pues como he repetido en numerosas ocasiones los bebedores alcohólicos no somos capaces de controlar el alcohol y rápidamente pasamos de tomar una o dos a repetir los mismos patrones de consumo).

     Resumiendo. Seamos conscientes de que somos enfermos alcohólicos y que por lo tanto hemos perdido la capacidad de control que los bebedores sociales sí son capaces de ejercer. No olvidemos que a nosotros, bebedores alcohólicos nos hace daño la primera copa, pues es la puerta de entrada para las grandes ingestas debido a esa falta de control.  

Entrada en el 2.013 sin alcohol.


     Pasadas estas fiestas navideñas de la que espero que todos hayamos disfrutado en compañía de nuestra familia y seres queridos, es hora de enfrentarnos al nuevo año con ilusiones renovadas, desde la abstinencia.

     Es común cuando recién comenzamos el año el hacer nuevos propósitos con los que intentamos crecer como personas. Muchos de estos propósitos se refieren a mejorar nuestra salud, preocupándonos de hacer ejercicio, comer más sano, dejar de fumar; otros van dirigidos a mejorar el ambiente familiar y social, tales como dedicar más tiempo a nuestros hijos, prestar más atención a la pareja, salir a pasear con la familia, etc.
Así podríamos continuar exponiendo una larga lista de buenos propósitos (colaborar con los más desfavorecidos, aprender cosas nuevas, conducir con más prudencia, dedicar un tiempo diario a llamar a algún familiar o amigo, etc.).

     Para nosotros los enfermos alcohólicos todas estas listas de propósitos carecen de valor efectivo si no van acompañada de la abstinencia, puesto que sólo desde el prisma de estar sin beber podemos conseguir aquellas cosas que siendo realizables nos propongamos. Estando consumiendo es totalmente imposible el poder fijarnos una meta ni tan siquiera para el día de mañana, puesto que nuestra única obsesión será el poder consumir. La abstinencia prolongada nos permitirá ver el futuro con la calma y la serenidad necesaria para poder recuperar la ilusión por el mañana, por cambiarnos por alguien más grande con capacidad de amarse y amar a los demás, de cambiar su nula existencia por otra más floreciente. En definitiva por empezar a quererse y ser una mejor persona.

     Para todos aquellos a los que el alcohol les dejó huella, mis mejores deseos para alejarse de esa sustancia que nos atrapó y nos arruinó la existencia, puesto que cada día que pasa sin beber nos fortalece más y nos hace crecer más como individuos y personas. También mi ánimo a todos aquellos que se están planteando dejar de beber, pues de verdad que es posible abandonar la bebida y prueba de ello son todos aquellos que un día renunciaron a seguir destrozando su cuerpo y su alma con el alcohol. 

     Ánimo que se puede.