sábado, 18 de agosto de 2012

¿Son reversibles los daños sufridos?.

     Siempre nos planteamos cuando dejamos de beber si el deterioro mental e intelectual que durante el proceso como bebedores crónicos hemos sufrido, son daños que de alguna manera podamos recuperar y la respuesta no es nada sencilla, puesto que no siempre se trata de un proceso posible, aunque la mayoría de las ocasiones recuperaremos sino total, al menos parcialmente unas facultades deterioradas y con peligro otras de desaparecer y todo dependerá de lograr la abstinencia de forma precoz; cuanto antes nos demos cuenta que debemos dejar la bebida y la dejemos, tantas más posibilidades de recuperar todo lo posible lo que se ha ido quedando por el camino.

     Con la abstinencia en cualquier caso, logramos frenar la tendencia al deterioro y poner fin al desgaste y destrucción de nuestro sistema neuronal (y por lo tanto nuestra capacidad intelectual) y empezar a recuperar aquellos órganos que se han visto comprometidos con el consumo de bebidas alcohólicas durante mucho, mucho tiempo.







Cuando el alcoholismo se transforma en enfermedad crónica.

     El proceso por el cual una persona que bebe llega a ser un enfermo alcohólico crónico, es largo y se produce después de años de ingesta abusiva de bebidas alcohólicas. Se van produciendo cambios en la personalidad e inteligencia, puesto que el cerebro es el órgano que más se ve afectado por el consumo de alcohol.

     Si en un principio la alteración del cerebro es más de tipo funcional (pérdida del equilibrio, dificultades al hablar, visión borrosa...), en este nuevo paso hacia el fondo del abismo, el alcohólico crónico sufre de alteraciones de tipo orgánico, en el que se acelera el proceso de deterioro neuronal y la disfunción de casi la totalidad de órganos (cerebro, hígado, corazón, riñones...) 



  

     "La imagen del cerebro del alcohólico se presenta como un órgano reducido en todos los sectores ocupando su lugar la dilatación de esas formaciones huecas que conocemos como ventrículos cerebrales y espacios subaracnoideos" (Dr. Francisco Alonso-Fernandez)

miércoles, 15 de agosto de 2012

Alcoholismo: Enfermedad de transmisión social.


     El alcohol, como cualquier otra adicción, implica el riesgo de transmitirse a las personas que conviven con el enfermo y/o que mantenga con él encuentros frecuentes. Lo que se viene conociendo como enfermedad de transmisión social.

     Se trata pues de un contagio capaz de transmitir determinados desajustes de persona a persona por contacto directo y cercano.

     De manera fehaciente, sabemos que nuestros jóvenes cuando acuden para ir a una fiesta del "botellón", muchos lo hacen con la intención de no consumir nada o muy poco de alcohol, pues no les gusta. No obstante terminarán bebiendo en su mayor parte, por la presión que el grupo realiza a los individuos. Pues bien, esta "presión" es lo que conocemos como contagio social, que es ampliable a otras adicciones: Comida, tabaco, juego, marihuana...

     Estadísticamente se ha comprobado que el marido alcohólico trasmite la enfermedad a su pareja, que el padre alcohólico se lo transmitirá a sus hijos (En el caso de hijos varones, el 50 % se volverá alcohólico). El 80 % de los casos de bebedores alcohólicos tiene al menos a una persona con antecedentes de alcoholismo con la que ha convivido.

     No se trata por tanto, solo de un hecho hereditario, sino que precisa del concurso de factores ambientales y sociales para llegar a ser una persona adicta a una determinada sustancia. Por esta circunstancia cuando una persona decide dejar de consumir, desde la Asociación recomendamos como fundamental, dentro de lo posible, el cambio de hábitos; abandonar los lugares donde consumíamos, las relaciones con aquellas personas con las que bebíamos, las actividades que relacionábamos con la ingesta...

     También el consumo de estas sustancias se pueden abandonar desde la fortaleza de un grupo de autoayuda, pues si de una enfermedad de transmisión social hablamos, el tratamiento también debe de hacerse desde un grupo que potencie la abstinencia.

sábado, 11 de agosto de 2012

Tolerancia.



  La tolerancia consiste en la disminución progresiva de los efectos conseguidos con la misma cantidad de sustancia ingerida, por lo que se hace necesario el aumento de la dosis para aumentar los mismos efectos en el organismo.

     Esto ocurre tanto en drogas legales como en las ilegales, puesto que se puede apreciar tolerancia igual a un medicamento como al alcohol, al tabaco, heroína, etc. y es debido a que el organismo del consumidor habitual de una sustancia (en este caso del alcohol), metaboliza más rápidamente el tóxico, a fin de expulsarlo más rápidamente, por lo que el individuo debe consumir más cantidad y más rápidamente para poder obtener el efecto deseado.

     Este proceso ocurre de esta manera, hasta el momento en que el organismo se ve superado por tales ingestas de alcohol, que ya no es capaz de responder y se suspende el proceso de tolerancia.

     Todos hemos visto en alguna ocasión a personas a las que parece que no les afecta la ingesta de grandes cantidades de alcohol, y entonces decimos: "Como aguanta ese tipo". Esto no es más que un claro síntoma de tolerancia de una persona bebedora habitual de grandes cantidades de alcohol y por consiguiente, estaremos ante un posible proceso de adicción alcohólica.

     También habremos observado alguna vez (más si hemos convivido con estas personas) a individuos que tenían un gran "aguante" con el alcohol  y con el tiempo, esas mismas personas se embriagaban con un simple vaso de vino o una copa de licor. Estas, son ya personas a las que su organismo ya no le es capaz de responder, metabolizando a gran ritmo grandes cantidades de alcohol.

De la adicción a la dependencia.

    

      Con relativa facilidad confundimos adicción con dependencia, cuando en realidad se trata de dos situaciones totalmente diferenciadas.

   Mientras que la persona adicta es aquella que hace uso y abuso del alcohol de un modo incontrolado, buscando una "satisfacción" personal con episodios intermitentes de embriaguez; la persona dependiente lo hace como medio para evitar los efectos negativos que la carencia de alcohol le pueda provocar (temblores, ansiedad, alucinaciones...), lo que conocemos como síndrome de abstinencia.

     De tal forma podemos afirmar que en la gran mayoría de los casos es cuestión de tiempo que un enfermo adicto llegue a la condición de enfermo dependiente. En el caso del alcohol, este proceso tardará en llegar sobre los 10-15 años, dependiendo de varios factores (sexo, la edad de comienzo, cantidad y graduación...)

viernes, 10 de agosto de 2012

Tipos de adicciones.

  Entendemos como adicción aquella enfermedad (reconocida por la Organización Mundial de la Salud), por la cual un individuo es esclavo de una sustancia, actividad o relación de la que no puede liberarse.

     Ni todas las adicciones son iguales, ni están aceptadas de igual manera. Así por ejemplo podemos hacer una primera clasificación dependiendo del carácter de las adicciones.


   1.- Existen adicciones con drogas:
     -  Legales (tabaco, fármacos, alcohol, café...)
     -  Ilegales (cocaína, opiaceos, derivados del cannabis...)

 2.- También existen adicciones sin drogas, que al igual que en el apartado anterior, pueden ser actividades o relaciones:
     -  Legales (alimentación, juego, compras, trabajo, sexo consentido...)
     -  Ilegales (exibicionismo, incedio, robo...)

  Es bastante frecuente encontrarnos con personas que son multiadictas, cuya relación con las adicciones es múltiple, pues a la vez que son dependientes del alcohol, lo son del tabaco, como lo pueden ser del juego, etc.

     Las adicciones, además de su significado de ser esclavos de una determinada sustancia y/o conducta, se las conoce como "enfermedades de la negación" pues a los sujetos nos lleva muchísimo tiempo aceptar lo que nos ocurre, que no es otra cosa que el vernos como unos enfermos con problemas de adicción.

        Lo mejor de las adicciones es que son una enfermedad que se puede tratar y de la que se puede salir.